viernes, 29 de enero de 2016

Do you believe in happy endings? {Parte del relato sin nombre, detalles sobre un personaje}

''¿Cómo sigues pensando que todo acabará saliendo bien? Mírame. No, no repitas lo mismo de siempre. ¿Sabes? Creo que, por cada insignificante momento de felicidad que tengo, debo de pasar por el doble de sufrimiento. Es como un precio que se me ha impuesto desde el instante en el que nací, un impuesto que tengo que pagar en mi mísera existencia para poder sentir de vez en cuando qué es la dicha. ¿Les pasará lo mismo a los demás? Dime, ¿sientes que te pasa lo mismo? ¿O acaso pesa una maldición sobre mí? 
[...]
Nací con la marca de la tristeza grabada a fuego en mi alma. Quiero quitarla, arrancarla de donde quiera que se aloje; pero no encuentro la manera. Es imposible. Trato de sonreír y que se cumpla eso que dicen de ''sonríe y el mundo te devolverá la sonrisa'', pero tan solo recibo otro golpe más. Me despierto cada mañana sin ganas ninguna de levantarme. ¿Para qué? Pasará lo mismo de siempre. Estoy mejor entre las mantas, acurrucada; al menos, así siento algo de calidez.
[...]
No tiene nada que perder el que nada tiene. Iré. Es irónico, ¿verdad? Debería estar temblando de los pies a la cabeza, debería haber perdido el color de mis mejillas; sin embargo, es ahora cuando más llena de coraje me siento. Quizás todas las piedras con las que tropecé me llevaron hasta aquí, todo lo sucedido me fue forjando para que fuese de utilidad. Vosotros tenéis gente que os quiere y gente a la que queréis; en cambio, yo no. Id con ellos, pues os estarán esperando en vuestras casas. Es para lo que habéis nacido. Ahora, yo también debo ir con quien me está esperando; el motivo de mi existencia en este mundo.''


martes, 14 de abril de 2015

"La identidad es un ejercicio de autoconciencia, es la conciencia de uno mismo; conciencia de lo que somos, de lo que fuimos, de lo que podríamos llegar a ser, de lo que no somos ya, y de lo que ya nunca seremos o volveremos a ser."

lunes, 9 de marzo de 2015

"La energía que uno derrocha siendo niño, la energía que uno cree inagotable, se escapa entre los dieciocho y los veintidós años reemplazada por algo mucho menos brillante, tan falso como la exaltación de la cocaína: decisión, metas, cualquiera de los términos que propone la Cámara de Comercio. No era nada notable porque no aparecía de un momento al otro, con un estallido. Y eso es lo que daba miedo, pensó Richie. El chico que llevábamos dentro se escurre poco a poco, tal como el aire de un neumático pinchado. Y un día, al mirarnos al espejo, nos encontramos con la imagen de un adulto. Uno podía seguir llevando vaqueros y asistiendo a los conciertos de rock; uno podía teñirse el pelo, pero la cara del espejo seguía siendo cara de adulto. Tal vez todo ocurría mientras dormíamos, como la visita de los ratones que se llevaban los dientes de leche.
<<No -piensa-, los dientes no: los años.>>" 
Stephen King (It)

domingo, 1 de marzo de 2015

Para Braith E. Gavins

Te encuentras completamente desnudo, sentado en un columpio chirriante de un parque abandonado en medio de la noche. Comienza a llover, y el agua va arrastrando poco a poco la sangre que cubre tu cansado cuerpo. Dime, ¿qué ha ocurrido?

Tan solo las temblorosas luces de las farolas que rodeaban el parque aliviaban la oscuridad de la noche, la cual me envolvía desde hacía rato; sin embargo, no había manera de disipar, aunque fuese un poco, la oscuridad que se había instalado en mi alma. Llevaba tanto rato así, sin ninguna prenda que cubriese lo que los seres humanos nos habíamos acostumbrado a ver como nuestras vergüenzas, que hasta me parecía normal percibir el tacto del asiento del columpio y el roce de las frías cadenas que lo sujetaban contra mi piel. La lluvia inmisericorde seguía cayendo sobre aquel lugar, empapándome y calándome hasta los huesos. Pero aquello no importaba ya, ¿no es así? Mi legua asomó entre mis labios, lamiendo con lasciva lentitud el superior; el gusto metálico de la sangre se había diluido un poco a base de las gotas de lluvia. Una amplia e inquietante sonrisa se dibujo en mi rostro a la vez que lo alzaba hacia el cielo, dejando que las gotas de lluvia cayesen sobre mi cara, haciendo que los húmedos mechones de pelo se retirasen levemente hacia atrás, dejando al descubierto unos ojos surcados de marcas de cansancio; unas pupilas envueltas en tinieblas.

No era consciente del paso del tiempo, por lo que jamás sería capaz de decir cuánto tiempo llevaba allí sentada, esperando a nada. En mi alma, la amargura de una vida destrozada se había mezclado con la dulce victoria de una venganza lograda. Aunque la lluvia fuese quitando poco a poco la sangre que se había adherido a mi piel, aun conservaba las palmas casi cubiertas por aquella sustancia vital. Aquella pertenecía a muchos otros humanos; yo se la había arrebatado, junto con su vida, sin pedirles permiso, de la misma manera en la que ellos me arrebataron mi oportunidad de ser feliz sin siquiera preguntarme. Ellos lo habían tomado todo de mí, así que, ¿por qué no podía cobrarme con la misma moneda? No sentía remordimientos, no sentía miedo. Ya no.

Siguiendo sus descabellados ideales, aquellos humanos -pues no se les podía llamar ''personas''- habían jugado a ser pseudodioses, creadores de algo que jamás debería existir en este mundo. ¿Por qué yo acabé en sus manos? Por pura casualidad. Por caminar cerca de ellos sin saberlo. Me habían metido en una furgoneta mientras yo pataleaba y trataba de zafarme de su agarre, pero todo esfuerzo fue en vano. Quedé inconsciente, o tal vez dormida por el efecto de alguna droga. La verdad es que no lo sé, y no creo que llegue a saberlo. Lo primero que vi al abrir los ojos fue una sala blanca con aspecto de quirófano: estaba vestida con una bata de hospital y unos enormes focos me alumbraban sin piedad, obligándome a que entrecerrase los párpados. Traté de moverme, pero cuando fui a levantar una mano, me di cuenta de que algo me retenía. Alcé un poco la cabeza para ver que estaba sujeta por correas por ambas manos, por ambos pies y una me mantenía pegada a la camilla. ¿Qué era aquello? Recuerdo el miedo creciendo a cada segundo en mi interior, las incontrolables palpitaciones golpeando mi pecho. Varias personas con batas de quirófano manchadas de sangre y con las mascarillas aun puestas comenzaron a entrar en aquella horrible sala, observándome como si fuese una rata de laboratorio; justo en lo que me había convertido. ¿Qué me habían hecho? No entendía su conversación, sus observaciones, sus conclusiones; tan solo podía captar varias palabras por las que pude deducir, con horror, la verdad de lo que me habían hecho: yo ya no era un ser humano. Comencé a notar que sus voces me sonaban extrañamente altas, que cada ruido que podían producir parecía pasar por un filtro por mis oídos que aumentaba desmesuradamente los decibelios. Cada leve golpecito con un bolígrafo, cada vez que tragaban saliva... Podía escucharlo todo. Horrorizada, comencé a tratar de escaparme de aquellas ataduras, atrayendo la atención de todos. Imposible. Era imposible salir de allí, aunque sentía que las duras correas crujían peligrosamente cada vez que yo me movía. Uno de ellos, alarmado, conectó a una vía que tenía en el brazo un bote de algo, seguramente un calmante. Antes de volver a dormirme, escuché algo más: primero, que era la primera persona que salía viva de aquello; segundo, que varios órganos de mi cuerpo habían sido sustituidos por los de otra criatura, cuyo nombre me resultó confusa.

Aun sigo sin saber qué soy ahora, pero es algo que carece de importancia para mí. Pasé mucho, muchísimo tiempo allí metida, encerrada en diversas salas, pasando extrañas pruebas... Comprobando instante tras instante que ya no era más una humana, dándome cuenta, con horror, que no había vuelta atrás y que mi vida había sido destrozada. Escuchaba, con el odio reflejado en la mirada mientras los observaba, los resultados de las pruebas. Mis habilidades crecían en cada prueba pero, a su vez, cada día me daban menos tiempo de vida. Aun tenían que perfeccionar algunos detalles, ¿no era eso lo que decían? Sí, aun tenían que ajustar algunas cosas, pero yo había sido una buena cobaya. Posiblemente, dentro de unos años, pudiesen llegar a adaptar a un grupo de personas y conseguir aquel deseado escuadrón de la muerte, ¿no? Cuanto más perdía mi humanidad, mayor era mi odio y menores mis escrúpulos. Todo... Destrozar la vida de otras personas... ¿Todo aquello era simplemente por crear una fuerza militar superior? Unos soldados con unas habilidades extraordinarias y de los cuales, una vez alcanzado cierto límite, no tenían por qué molestarse en deshacerse; estaban programados para morir. No, yo no era el monstruo allí; lo eran ellos.

Pero, como simples humanos que eran, habían cometido muchos errores en la seguridad. Habían pensado que podían lidiar con fuerzas superiores, fuerzas que ellos jamás serían capaces de controlar. Un día, las correas no pudieron seguir sujetándome. Los cristales de seguridad eran tan frágiles como el papel de seda. Con un trozo de ellos, fui atacando, uno a uno, a todos aquellos que se atrevieron a desafiar los límites que la naturaleza había fijado. No me horrorizaba como podía haberlo hecho, meses atrás, al ver que estaba matando sin sentir remordimiento alguno. No sentía asco de ver sus entrañas desparramadas, sus gargantas cortadas, su sangre manchando aquella bata de hospital que aun tenía. Mi pelo, el cual de por sí ya lo había mantenido largo, había crecido bastante en aquel tiempo, cayéndome hacia delante en sucios y desordenados mechones. Salí de aquel lugar una vez que comprobé que no quedaba ninguno de ellos vivo. Caminé sin rumbo hasta que encontré este lugar: un parque, como aquel en el que había pasado tanto tiempo de pequeña. Quería pasar el tiempo que me quedaba en un lugar que me resultase agradable, pues sabía que, aunque todos los de aquel lugar estuviesen muertos, los contactos que tenían fuera debían estar ya movilizados, buscando al monstruo que había escapado.

Por eso, una vez que mis oídos captaron el sonido de unos neumáticos derrapando cada vez más cerca de aquí, me levanté del columpio. Me había quitado la asquerosa bata que ellos me habían puesto y la había dejado en el suelo; por eso me encontraba desnuda. Aun con aquella inquietante sonrisa en la cara, esperé. Esperé con ansias hasta que las voces comenzaron a resonar, hasta que los focos me alumbraron y los disparos comenzaron. Cada bala que perforaba mi carne se sentía terriblemente... indiferente. No sentía el dolor. No sabía si aquello también era efecto de lo que me habían hecho o era por las insaciables ganas de acabar con todo aquello que sentía. Finalmente, una bala impactó en mi frente y todo se apagó al poco. Los sentidos horriblemente desarrollados, la fuerza y la agilidad sobrehumanas... Todos los recuerdos de lo que me hicieron... Todo se apagó junto con mi vida. Mi cuerpo, inerte, cayó hacia atrás, dejándome de frente al negro cielo, el cual lloraba aun sobre mí.

domingo, 8 de febrero de 2015

Colors.

Deja de verlo todo en blanco y negro.
                       La realidad solo es monocromática si nos dejamos arrastrar por ella, 
si dejamos que nos nuble la vista, si permitimos que la situación sea más fuerte que nosotros.

Hay un mundo lleno de colores ahí fuera, lejos de tu tortuosa mente...

 ... y la oportunidad para conocerlo está justo en la palma de tus manos.


sábado, 17 de enero de 2015

De toda la baraja, tuviste que elegir el As de Corazones.

De todos los juegos posibles, elegimos jugar al que puedes apuntar con un dardo envenenado al corazón de la otra persona. Sin saber las reglas, sin que nadie nos enseñe cómo amar sin salir lastimados... Lanzamos los dados, esperando la mejor puntuación; con ingenua ilusión, levantamos la carta que creemos que nos llevará a la victoria. Los humanos tendemos por naturaleza a buscar a nuestro complementario, de la misma manera en la que, a nivel molecular, la timina se complementa con la adenina, la guanina con la citosina... De la misma manera que el día tiene a la noche, el Sol tiene a la Luna... Las personas buscamos sin cesar a ese complementario que ha de calmar nuestro sufrimiento, que ha de acompañarnos cada día... O, al menos, eso es lo que pensamos. El amor, ¿por qué se le representa tanto con una rosa? ¿No será por su belleza y por las espinas que nos clavamos cuando tratamos de alcanzarla?

¿Acaso no sabes que amar a alguien es darle la posibilidad de destruirte?

Los humanos nos arrojamos al dolor. Aferramos esa rosa traicionera y nos clavamos todas sus espinas habidas y por haber. Derramamos nuestras lágrimas, pero seguimos sin querer soltar la codiciada flor. Aunque destrocemos nuestras manos aferrándonos a ese tallo maldito que solo provoca dolor, queremos seguir alcanzando los suaves y delicados pétalos teñidos de rojo. Conocemos el juego, conocemos los riesgos, pero creemos que, por alguna fuerza superior, conseguiremos salir ilesos. Buscamos sin cesar esa cálida mano de la que sujetarnos y de la cual caminar; buscamos esos hombros donde apoyar nuestra mejilla y descansar. Buscamos una mirada entre toda la multitud, una sola que sea capaz de ver más allá de las máscaras que cada uno ostentamos. 

Si realmente somos seres dotados de razón, si realmente estamos capacitados para distinguir lo que nos hace daño que lo que no... ¿Por qué no podemos vivir sin ese dulce dolor?

~Welcome to the love game~
''I need your love. 
I’m a broken rose. 
Oh baby, help me from frozen pain... 
With your smile, your eyes... and sing me, just for me.''

lunes, 12 de enero de 2015

Hoy tengo una extraña sensación de irrealidad. Es como si me rodease una especie de burbuja, como si todo lo que percibiese pasase antes por un filtro que lo distorsionase. Las preocupaciones me acaparan de tal manera que me separan del resto del mundo, colocando un muro entre lo que hay afuera y mi mente. Los pasos que doy no parecen conducir a ninguna parte; las palabras que escucho no me dicen nada. Siento que hoy existo, pero no vivo. Hoy las esperanzas parecen lejanas, difusas, como un sueño de la noche anterior que se va desvaneciendo poco a poco; las ilusiones, más de lo mismo. Hoy sigo luchando, con sangre, sudor y tinta, pero me falta algo esencial: el alma. Y es que ella se rebela contra la monotonía, se niega a aceptar las injusticias, está harta del conformismo, del estrés; pero sabe que hay que seguir luchando. Y tan solo quiere las fuerzas necesarias para ello. 

Hoy el Sol se ha cubierto de nubes bajas y livianas, sin presagiar lluvia, pero tiñendo la vista de un tono melancólico, triste. Gris. 

Supongo que hoy es uno de esos días en los que se suele decir que ''nos hemos levantado con el pie izquierdo''.