lunes, 26 de agosto de 2013

<<Así, mientras una contaba sus penas, la otra lloraba con tal desconsuelo como si quisiese deshacerse en lágrimas, hasta que el halcón le suplicó que parase de llorar y, con un suspiro, empezó su relato como sigue:
-Yo nací, ¡maldito sea el día!, en una roca de mármol gris y fui cuidada con tal ternura, que nada me causó trastorno; y no supe lo que significaba la adversidad hasta que pude elevarme muy alto en el firmamento. Cerca de mí vivía un halcón peregrino macho que parecía la nobleza personificada, aunque estaba lleno de perfidia y traición. Se recubría de modales modestos, del color de la honradez, de una gran atención y deseo de complacer, hasta tal punto que nadie hubiese podido pensar que todo era simulación: tan a fondo estaba impregnado con estos falsos colores. De la misma forma que una serpiente se esconde entre las flores esperando el momento de atacar, igual lo hizo este hipócrita, éste no va más de los enamorados, siendo exageradamente galante y cortés, manteniendo la apariencia de atención que suele acompañar a un amor noble. Al igual que la superficie de un sepulcro es hermosa, y en el interior un cadáver descomponiéndose, lo mismo pasaba con este hipócrita: ardiente por fuera, glacial por dentro. Llevó su pérfida hasta tal extremo que, excepto el diablo, nadie sabía lo que pretendía conseguir.>>

Fragmento de ''Cuentos de Canterbury'' - Geoffrey Chaucer