sábado, 17 de mayo de 2014

¡Ja!

Me hace gracia que haya personas que van denunciando la discriminación hacia los otros por redes sociales tales como Facebook, Twitter... y que luego sean esas mismas personas quienes van discriminando a otros fuera de la pantalla. ¿Hipocresía? ¿Dónde?

Un ejemplo que me ha causado especial gracia ha sido cuando han mencionado a los que suelen calificar como ''empollones'', personas que suelen sufrir discriminación en las primeras etapas de su vida, tales como el colegio o el instituto. Sí, me ha hecho gracia ya que la publicación decía que ''se burlan de ellos cuando habría que elogiarlos por su capacidad y por su dedicación''. Bueno, tal vez hubiera venido bien que esa persona pensara e hiciera esas cosas años antes... Porque, si no recuerdo mal, a las personas que éramos distintas por nuestro interés hacia la cultura, nuestra capacidad para el aprendizaje y, sobre todo, por unos gustos que desentonaban con el resto, nos tenían, ya no marginados, sino atrapados contra una esquina.

Me alegro de haber dejado atrás todo eso. Ahora tengo personas que sí me reconocen, incluso sienten curiosidad y a mí me gusta que pregunten sus dudas y sus curiosidades. Pero, por desgracia, sí sigue habiendo personas que, por ser diferentes en algo tan sobresaliente como querer aprender, sufren un desprecio que no se merecen

Por ahora me contentaré simplemente con expresar mi indignación de una forma pacífica, y me limitaré a pasar de esa publicación que ha sido el detonante de esta parrafada. No aceptaré esas palabras, por muy bonitas que suenen. El día en el que sean escritas por una persona que realmente lo sienta, las aceptaré y las compartiré. Aceptaré esas palabras el día en el que las manos que las escriban no sean las mismas que en antaño -y a saber si también ahora- han señalado a otros con desprecio.

viernes, 16 de mayo de 2014

''¿No es un consejo admirable?''

-En eso estoy conforme -dijo Andrés-. La voluntad, el deseo de vivir, es tan fuerte en el animal como en el hombre. En el hombre es mayor la comprensión. A más comprender, corresponde menos desear. Esto es lógico, y además se comprueba en la realidad. La apetencia por conocer se despierta en los individuos que aparecen al final de una evolución, cuando el instinto de vivir languidece. El hombre, cuya necesidad es conocer, es como la mariposa que rompe la crisálida para morir. El individuo sano, vivo, fuerte, no ve las cosas como son, porque no le conviene. Está dentro de una alucinación. Don Quijote, a quien Cervantes quiso dar un sentido negativo, es un símbolo de la afirmación de la vida. Don Quijote vive más que todas las personas cuerdas que le rodean, vive más y con más intensidad que los otros. El individuo o el pueblo que quiere vivir se envuelve en nubes como los antiguos dioses cuando se aparecían a los mortales. El instinto vital necesita de la ficción para afirmarse. La ciencia entonces, el instinto de crítica, el instinto de averiguación, debe encontrar una verdad: la cantidad de mentira que se necesita para la vida. ¿Se ríe usted?
- Sí, me río, porque eso que tú expones con palabras del día está dicho nada menos que en la Biblia.
- ¡Bah!
- Sí, en el Génesis. Tú habrás leído que en el centro del Paraíso había dos árboles: el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. El árbol de la vida era inmenso, frondoso y, según algunos santos padres, daba la inmortalidad. El árbol de la ciencia no se dice cómo era; probablemente sería mezquino y triste. ¿Y tú sabes lo que le dijo Dios a Adán?
- No recuerdo, la verdad.
- Pues al tenerlo a Adán delante, le dijo: Puedes comer todos los frutos del jardín; pero cuidado con el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque el día que tú comas ese fruto morirás de muerte. Y Dios, seguramente, añadió: Comed del árbol de la vida, sed bestias, sed cerdos, sed egoístas, revolcaos por el suelo alegremente; pero no comáis del árbol de la ciencia, porque ese fruto agrio os dará una tendencia a mejorar que os destruirá. ¿No es un consejo admirable?

El árbol de la ciencia - Pío Baroja

Elisabeth Bathory

Elisabeth Bathory o Erzsébet Báthory, nacida en Hungría el 7 de agosto de 1560, pertenecía a una de las familias más pudientes de su país en aquella época. De hecho, su tío materno era Esteban Bathory, príncipe de Transilvania y rey polaco entre 1575 y 1586. Ha pasado a la historia por haber sido acusada y condenada de ser responsable de una serie de crímenes motivados por su obsesión por la belleza que le han valido el sobrenombre de ''la Condesa Sangrienta''. Erzsébet tiene el récord Guinness de la mujer que más ha asesinado en la historia de la humanidad, con 630 muertes a sus espaldas.

Se casó con el conde Fernec de Hungría y subió al trono como condesa de Ecsed, lo que la puso en un rango social extremadamente alto y le otorgó una riqueza desmesurada. A Fernec le llamaban "el Caballero Negro" por las atrocidades que cometía con absoluta fiereza en batalla. Según la leyenda, un día en el que el conde no se hallaba en el castillo, pues estaba combatiendo, Erzsébet le dio un fuerte golpe a una de las doncellas que se encontraba con ella, la cual le estaba peinando el cabello. Al golpearla, comenzó a brotar sangre de la nariz de la joven. La sangre cayó sobre la mano de la condesa, la cual vio maravillada que el lugar manchado por la sangre había rejuvenecido. A partir de ahí, comenzaron todas sus atrocidades. Mataba doncellas y las desangraba, para luego utilizar su sangre para no envejecer, incluso recurriendo a atreverse a matar a algunas jóvenes pertenecientes a la nobleza. Su cómplice en estos asesinatos era su mayordomo. Finalmente, la acabaron descubriendo al hallar todos los cuerpos mal escondidos, enterrados en lugares insensatos. Condenaron a la condesa a permanecer hasta su muerte dentro de una mazmorra, a la cual se le sellaron la puerta y las ventanas, dejando solo un pequeño hueco para pasarle la comida. Así murió ''la Condesa Sangrienta'', tras años de encierro, pero aso sí, manteniendo su juventud.

Fue la que inspiró a las futuras leyendas de vampiros, pues, también como comentan algunos, en los últimos años de asesinatos, ya mordía directamente a sus víctimas en cualquier zona de su cuerpo. Ha sido protagonista de muchísimas novelas y ensayos, apareciendo incluso como vampiresa en ''Drácula, el no muerto'' (2009), la secuela oficial de ''Drácula'', adoptando el comportamiento sádico de su leyenda.